domingo, 22 de febrero de 2015

La pequeña escuela

La escuela es pequeña. No está en una zona céntrica, ni siquiera está bien comunicado. Se encuentra en un barrio de casas bajas, tranquilo, de gente trabajadora y humilde.

Yo no le echaría más de setenta metros cuadrados, y eso contando los vestuarios. A veces, cuando somos muchos, hay que organizarse mejor para entrenar, ya que no cabemos bien. Y, sin embargo, lo damos todo en cada sesión. Sudamos, reímos y también disfrutamos.

Aunque van llegando nuevos alumnos, en general estamos los mismos de siempre. Muchos son chicos del barrio, o de la zona. Yo cruzo medio Madrid para llegar a éste pequeño gimnasio que conocí durante la universidad. Voy y vengo por el mundo, pero siempre vuelvo aquí, y el lugar sigue siendo el mismo.

Durante las clases, nuestro maestro nos corrige. Sus clases son excelentes. Se centra en ver nuestras virtudes y defectos. Para la clase de vez en cuando para explicar porqué hacemos lo que hacemos, y cómo se hace correctamente. Y, aunque el ambiente de trabajo es perpetuo, nunca falta alguna sonrisa. 

Algunos meses me retrasaba en pagar, y me daba vergüenza volver sin haberlo hecho. Cuando era más chaval, mi trabajo no era estable y no tenía mucho dinero, pero a él nunca se preocupó. Sólo me animaba a entrenar y me decía que lo dejara para más adelante. Y me retrasé varias veces, pero nunca fallé.

No hace falta tener una gran escuela ni ser el más conocido para ser el mejor. Él no conoce el ego. Entiende el Karate como una forma de vida, no como un negocio. Su vida es enseñarlo, y el Karate es, realmente, su vida. 

Por eso, vaya donde vaya, esté donde esté, siempre acabo volviendo a España, a Madrid, a esa pequeña escuela del barrio humilde donde hay un maestro de Karate que fue y siempre será campeón del mundo. 

jueves, 14 de febrero de 2013

Complementando nuestras habilidades.

En el transcurso de nuestro camino como artistas marciales, esencialmente cuando uno quiere ir a más y absorber todo lo que pueda, solemos encontrarnos con una inquietud específica acerca de otras artes, prácticas o conocimientos que puedan ampliar los nuestros para mejorar nuestro "todo". El enfocarnos en uno u otro depende en gran medida de nuestros intereses personales, tanto físicos como espirituales, aunque debería también tratarse de manera objetiva, llevándonos por un camino que nos hiciera más completos.

Muchas veces sentimos, normalmente de forma acertada, que hay campos específicos que no estamos tocando tanto como deberíamos en el arte que practicamos normalmente. Muchas veces la amplitud de un arte específico es tan grande que nos impide enfocarnos en un sólo campo, tocando muchos palos pero sin especializarnos en ninguno. Otras veces se da el caso de que un arte se especializa tanto en un factor que deja a otros diametralmente de lado. Por ello quizá sea interesante que uno busque y trate de complementar sus conocimientos y habilidades. Esto, sin duda, le hará progresar sustancialmente no sólo en el arte que practica habitualmente, sino también en éste nuevo.

Hay que tener en cuenta que no sólo estamos hablando de factores físicos, sino también espirituales o psicológicos. No es la primera vez que menciono la importancia de que un arte tenga sentido a nivel espiritual. Como decía el maestro Musashi, "el poder sin justicia no es más que pura violencia". Que un artista marcial conozca profundamente el valor que tiene la vida de los demás, y el daño que es capaz de inflingir es símplemente fundamental. Soy tajante cuando digo que nadie debería enseñar un arte sin mostrar a su vez éste carácter de preservación.

Como resumen, a lo dicho anteriormente, hay cuatro factores que deberíamos tener en cuenta cuando buscamos un nuevo arte que practicar:

1. Físico. Nuestro nivel físico engloba diferentes características como resistencia, potencia, fuerza, velocidad y flexibilidad. Así mismo, podemos desgranar el factor físico también en nuestras diferentes extremidades que a su vez se trabajan en los anteriores factores: pierna, brazos, pectorales, dorsales... Los tipos de pregunta que deberíamos hacernos son: ¿trabajo con igual de efectividad mis patadas como mis puñetazos? Aunque mis patadas son amplias y tengo flexibilidad, ¿son fuertes?

Complementar nuestro arte con otro que trabaje aquello en lo que flojeamos supondrá un incremento sustancial en nuestra capacidad física general.

2. Mental. A nivel mental podríamos estar trabajando aspectos como reflejos, enfoque, memoria visual y concentración. Quizá nuestro arte no practica mucho el combate, o al menos el sparring. Uno puede aprender a golpear, pero si no es instruído en situaciones cercanas o parecidas al combate, posee unos conocimientos que no puede utilizar correctamente. Es más, se tratará de unos conocimientos estancados, ya que no progresarán. A éstos efectos entra en juego la importancia de entrenar los reflejos. Por otro lado, la capacidad de enfoque se basa en aquella que tenemos para entender un conocimiento o técnica y desgranarlo, entender su porqué y su forma de ser. La memoria visual nos ayuda a repetir un movimiento o técnica con más facilidad. La concentración es lo que nos permite favorecer los factores previos e incrementarlos.

Los niveles mentales suelen progresar con más lentitud que los físicos. Los reflejos o el enfoque son factores que se aprenden con años de buena instrucción, y también de interés por parte del propio artista marcial. Jamás progresaremos en nuestro enfoque si no nos interesamos en entender lo que hacemos y nos limitamos a hacerlo sin preguntar, sin observar.

Hay que tener en cuenta la concentración como factor importante que no sólo depende de nosotros, sino del entorno de nuestra clase. Nuestro maestro debe propiciar que las clases se mantengan en un ambiente de trabajo, para así evolucionar favorablemente y sin distracciones. Ésto es algo esencial a la hora de escoger más a nivel de escuela que de arte en particular. Ojo, es importante que la clase sea distendida también para eliminar el estrés, pero siempre desde una perspectiva de trabajo.

3. Técnico. En éste punto trataremos factores como tipos de golpeo o agarre, lanzamientos, proyecciones e incluso posiciones. Pocas artes trabajan tan eficientemente el suelo como el Jujitsu, y es difícil encontrar un arte que nos enseñe a utilizar el golpeo con codos o rodillas como el Muay Thai. Hay que tener en cuenta que no sólo podemos complementar un arte marcial con otro, sino con diferentes disciplinas, como puede ser el yoga o la musculación, que llevadas a cabo eficientemente pueden ser un gran aliado en nuestra formación.

4. Espiritual. Desgraciadamente, en la vida nos encontramos con muchos artistas marciales que provienen de escuelas donde lo único importante es pelear y vencer, dejando el respeto de lado. El interés reside más en el número de alumnos que tienen y las ganancias tanto a nivel competitivo como económico que puedan aportar. Aclarar que no hablo en contra de las competiciones, todo lo contrario, pues aportan unas experiencias inigualables para el artista marcial. Lo importante es cómo se abordan éstas.

Si uno quiere crecer ya no sólo como artista marcial, sino como persona, debe tratar de evitar estos lugares seleccionando de manera óptima. En la mayor parte de los gimnasios se nos permite acudir a una clase de práctica para probar o símplemente observar. Si uno no lo tiene claro habiendolo observado, siempre puede acudir a su práctica. 

Por supuesto, éste último punto es algo que uno debe valorar de forma personal, y entender qué es lo que pretende obtener de la práctica de las artes marciales. Sin embargo, puedo decir basándome en mi propia experiencia que un ambiente adecuado donde nuestro maestro trate de sembrar la semilla de la buena conducta y el respeto en nosotros es algo que nos completa y nos inspira, un hueco que jamás podría llenarse de otra manera y que nos lleva inexorablemente a lo que podría considerarse "el camino verdadero del budo".

Por último, hay que tener en cuenta que también pueden surgir problemas a la hora de complementar un arte marcial. Si nuestras bases no están fuertemente asentadas, podemos tener problemas al ejecutar una misma técnica bajo dos patrones diferentes. E incluso cuando las bases están asentadas, a veces lo están tanto que en ciertos momentos pueden generarnos algún problema, sobretodo a la hora de ejecutar técnicas que se nos pidan (esto, por ejemplo, se da cuando un maestro nos pide aplicar de una manera una misma patada y un maestro de otra, siendo en esencia el mismo golpe).

En base a un análisis de éstos parámetros, uno puede calcular y experimentar buscando un arte o disciplina y escuela que se adapte a sus necesidades. La curiosidad por aprender siempre nos hará progresar.

martes, 3 de abril de 2012

Iniciación a los Ukemi: La caída en abanico.

Cuando alguien comienza en el mundo del Aikido, su primera preocupación, por encima de conocer las técnicas, debería ser aprender a realizar ukemi de forma adecuada y segura. Cada uno tenemos unas preferencias en cuanto a éstos temas: hay gente que desde el primer minuto se interesa profundamente en el concepto del ukemi y quiere desarrollarlo al máximo mientras que otros tratan de evitarlo cuanto pueden por miedo a las lesiones que puedan suceder de su práctica.

Como sabemos, a la hora de entrenar las técnicas existen dos figuras: el Tori (en japonés "取り"). Es, por así decirlo, "el que agarra", aunque hace referencia más bien al que ejecuta la técnica. Luego está el Uke ("受け"), el que "recibe" la técnica) Ambos son conceptos sacados de Judo que se han globalizado, pero también podría aplicarse el término nage (el que lanza). Pues bien, a la acción del Uke se le llama Ukemi, y al conjunto de técnicas, Ukemi waza. La traducción exacta no es "caída", sino "receptor del movimiento". Por lo tanto, lo que aprendemos en clase es Ukemi waza, o "técnicas para aprender a recibir el movimiento". 

El arte del Ukemi es, básicamente, aprender a recibir un ataque, proyección o agarre y saber adaptarse a él para recibir el mínimo daño posible, sea del tipo que sea. Estos puede contener caídas, desplazamientos, rodamientos, etc.

Caída en abanico desde Kotegaeshi.
En el caso del Aikido, los Ukemi básicos no son muy complejos. Los más usados son en el rodamiento hacia delante (ya sea con la misma mano o mano opuesta), rodamiento lateral, caída hacia atrás con golpe, rodamiento hacia atrás, etc. No suelen ser técnicas con las que, generalmente, nadie tenga problemas a la hora de su comprensión o ejecución. No obstante, en un futuro hablaremos detenidamente de éstas y de las mejores maneras para aprenderlas. 

En éste caso vamos a tratar un tipo de ukemi muy particular, que es la caída en abanico, fruto de la recepción de técnicas como el kotegaeshi (proyección por torsión de muñeca), y es que es, probablemente, de lo más complicado que aprenderemos como Uke en el arte que es el Aikido. 

La dificultad de este movimiento, en realidad, radica en nuestro propio miedo a ejecutarlo, ya que interviene un giro inusual que expone la cabeza contra el suelo a la hora de su proyección. Pero he ahí la clave: la cabeza. Introducir correctamente la cabeza en el giro es lo que impedirá que caigamos de mala manera. 

Para ir perdiendo el miedo, existe un ejercicio específico que consiste en rodar por encima del cuerpo de un compañero arrodillado (ver las siguientes imágenes), espalda con espalda, sacando la cabeza más allá de su cuerpo y girando por encima. Para mantener el giro y no caer antes de tiempo, utilizamos la mano del lado en el que se encuentra el compañero y, si es necesario, nos sujetamos a él y así frenamos el impacto hasta que nos acostumbremos.

1. Nos colocamos en lateral con respecto al compañero arrodillado y apoyamos el dorso de la mano contra él.   2. Dejamos caer lentamente el cuerpo perpendicularmente. A medida que cojamos confianza, rodaremos menos con el cuerpo y más con el hombro.  3. Sacamos la cabeza más allá del hombro del compañero. El cuerpo gira sobre él.

4. Las piernas giran por encima en forma de abanico. El brazo se estira para romper la caída golpeando contra el suelo.
5. La caída finaliza. 

Este método de entrenamiento es muy útil para entender la forma en la que el cuerpo gira cuando caemos, y para acostumbrarlo al impacto contra el suelo. Una vez hayamos entendido ésto, el compañero puede colocarse cada vez más alto (en vez de arrodillado, en cuclillas, o agachado) y así aumentar la altura para coger costumbre. El paso siguiente será hacerlo en dinámico a través de una técnica.

La presión del meñique va hacia la base del pulgar, de modo
que laarticulación quede inmovilizada.
El problema es que, aunque la forma en la que volamos al caer en abanico es similar a la que hemos entrenado, la manera en la que nos proyectan no lo es. Poniendo por ejemplo el kotegaeshi, cuando nos agarran de la muñeca, giran y proyectan, ésta no va exactamente de lado a lado. Para que la presión de la muñeca sea adecuada de modo que haya una inmovilización de la articulación, debemos realizar una presión diagonal. Es decir, la presión del meñique debe dirigirse hacia la base del pulgar. No basta con girar su antebrazo trazando un arco.


Uke se introduce hacia su derecha, pero, como se puede
comprobar, tiene cierta inclinación hacia delante.
Por su parte, el uke debe dirigir su cabeza no sólo hacia su lado derecho (poniéndonos en el caso de ésta imagen), sino también hacia delante, hacia una ligera diagonal. El impulso con el pie derecho (sin saltar, esto es importante) debería hacer el resto. El movimiento que realiza el tori debe guiar nuestro propio cuerpo, y nosotros debemos dejarnos llevar a su vez por el mismo. 

Al principio lo normal es bajar la cabeza lo suficiente como para rodar con el resto del cuerpo al entrar en contacto con el suelo. A medida que avancemos, podemos ir cayendo directamente desde el giro en el aire. La razón del movimiento diagonal es que, usando la potencia con que nos lanza el rival, nos ayuda a abrir las piernas en abanico. En cambio, si vamos de lado a lado normalmente las piernas se doblarán y el movimiento no estará bien ejecutado.

Como últimos consejos: 

- Tanto uke como tori deben realizar sus movimientos con decisión y sin miedo. El miedo es el mejor amigo de las lesiones.

- Evitar poner la espalda en las caídas por temor al dolor.

- No saltar al realizar una caída. No es lo mismo impulsarse que saltar.

- Romper las caídas con el brazo contrario al que nos han agarrado y no caer con el hombro directamente.

- Cuanto más introducimos la cabeza, más rápido gira el cuerpo detrás.

- Cuanto más diagonal, más apertura hay en las piernas.

- Practicar y practicar.