miércoles, 28 de abril de 2010

El sonido de un piano.

La armonía se íba creando a medida que las teclas eran presionadas una tras otra. Poco a poco, trazaban una melodía que flotaba en el aire. Acordes interpretados con fuerza. Luego melancolía en la música: suavidad en las pulsaciones, para seguir con intensidad y pasión. Y todo esto regado de fallos por la falta de costumbre, pero igualmente la música del piano seguía fluyendo con tranquilidad. Por el rabillo del ojo, él se pregunta si ella está disfrutando. Entonces lo entiende.

Podría estar tocando para ella toda la vida.

¿Qué importa todo lo demás? El mundo puede ser como tu quieras hacerlo. Puede volver a practicar con constancia para recuperar la habilidad que tuvo un día, la que le hizo entrar entre los primeros puestos del conservatorio profesional de música con pasmosa facilidad. Olvidarse de todo lo demás. De aquellas peleas en las que se metía cuando era más joven y testarudo. De volver sangrando o con la cabeza reventada a contusiones por culpa de alguna panda de extremistas. De ver a dónde pueden llevarles sus sentimientos mutuos: quizá poco más lejos. Quizá mucho más lejos de lo que pensó nunca. Tan lejos como sabe que desea. Sabe que desea eso por encima de todo y le molesta no poder negarlo.

Entonces, poco tiempo después, sin prestarle mucha atención, escucha algo de fondo en la televisión. Otro caso de malos tratos. Él se acerca a la televisión, quiere ver más. Las noticias hablan de lo de siempre. Robos, estafas, bandas que se pelean unas con otras, personas secuestradas, violaciones, desastres, asesinatos. El mundo da asco. El mundo da pena. Y, a pesar de tener la capacidad de albergar cosas maravillosas, también es capaz de contener lo más horrible que se puede imaginar. ¿Por qué? Porque la gente carece de toda moral, todo lo que se separe del propio ego.

Y entonces lo entiende. Ser felíz a veces le hace olvidar que otros no dejan de sufrir. Es por eso que se le oscurece la mirada. No puede dejarlo. Quizá el shodan es un grado importante, pero a él los grados no le importan. Quiere un poder que le permita proteger a los suyos y adiestrar a otros para que hagan lo mismo. Para adiestrar la moral, el espíritu. Quiere cambiar las cosas, más desde abajo que desde arriba. Y por eso no podría dejarlo aunque quisiera, por eso debe hacer su viaje y no tiene más remedio que separarse de ella.

Pero también tiene clara una cosa. Si es su destino, volverá para buscarla, y si es necesario, la recuperará.

Y, entonces, jura que tocará para ella el resto de los días que le queden por delante.

sábado, 17 de abril de 2010

La pureza del arte

El tema del que trata esta nueva entrada es un punto de vista que tengo desde mucho antes de haber comenzado mi camino en el mundo de las artes marciales, y que he decidido exponer aquí motivado por la llegada de un nuevo alumno a nuestra escuela. Como puede ser un punto de vista extremista, y desde luego personal, no estaría de más dejarlo abierto al debate de todos los que querais opinar al respecto, me parecería muy interesante ver las distintas perspectivas que tiene cada uno y poder aprender de ellas.

El caso es que hace unos días llegó a la escuela un tipo que a primera vista puede parecer un poco macarra. Camiseta ajustada, anillos y collar de oro, el pelo cortado con una cresta... Se le puede asociar con los "pokeros" o los llamados "bakalas". Supongo que cuando habló se confirmó un poco su condición. Era un tipo algo rudo, de esas personas que toman confianza con demasiada facilidad, un poco falto de modales y al hablar tenía el típico tono de voz chulesco de este tipo de gente. Lo primero que dijo fue que no había hecho ningún arte marcial, pero que sabía pegar (porque se mete en peleas).

Llegó a ver una clase y quiso probar al siguiente día. Salió encantado. Sin embargo, todo lo que decía era "verás cuando esto se lo haga a "x" persona" o "lo que me voy a reir"... estaba encantado con la clase porque había visto que nos hacemos trabajar, que el arte funciona y que si sabes utilizarlo puedes llegar a ser muy fuerte, y "repartir". En resumen, daba a entender que estaba ansioso de ponerse a soltar ostias en cuanto pudiera.

No voy a entrar en si el chico tiene buen fondo o no, porque no puedo emitir un juicio sin apenas conocerle, pero bien cierto es que las primeras impresiones también cuentan y muchas veces definen un perfil con bastante precisión. Como no voy a ser injusto y cada persona tiene unas circunstancias que hay que comprender, voy a ver cómo evoluciona y "qué es" realmente con el paso de los entrenamientos. Pero es aquí donde quiero llegar.

Hay muchas personas que comienzan a practicar artes marciales no por protección, sino por ataque. Empiezan a practicar y en dos meses se creen los reyes del mundo, invencibles. Buscan pelea, y normalmente se dan con un canto en los dientes cuando descubren lo lejos que están de ser realmente fuertes. En la mayoría de los casos siguen entrenando y cuando aprenden a utilizar su poder, lo hacen indiscriminadamente para hacer valer su ley, y el "ten cuidado conmigo que te meto".

Considero que las artes marciales deberían estar vetadas para este tipo de gente. Que para entrar a un dojo se debería pasar por un filtro. Pero a veces, cuando despega una escuela, comprendo que eso sea un lujo que no se puede permitir. Sin embargo, el hecho de formar a gente que no va a usar su fuerza para ser justos, para hacer "el bien"... creo que es una gran responsabilidad. Vas a dejar suelto a un individuo que sólo va a propugnar el caos y su propia justicia. ¿Puedes cargar con eso sobre tu conciencia? Yo no podría.

Estoy seguro de que algún día, dentro de muchos años, formaré mi propia escuela o abriré un dojo. Quizá es un idealismo barato, pero me gustaría que aquellos estudiantes que entraran fueran gente digna. Gente que utilizará su fuerza para proteger a los demás, a la gente que quieren, e intenten hacer de este mundo un lugar mejor.

Pero, ¿quién lo es? Porque quizá con este chico parezca claro, pero quizá con el entrenamiento aprenderá a utilizar su fuerza de otra forma y vetársele sería un error. O quizá no. Quizá dejes suelto a un delincuente en potencia. Por eso pienso que el factor espiritual en un arte marcial es ESENCIAL para que el practicante desarrolle unas maneras adecuadas, un espíritu limpio. Un factor que normalmente no encontramos en las artes marciales que suele practicar este tipo de gente (véase kick-boxing, boxeo, muay thai, full contact, vale tudo, k-1...).

Si en este mundo ya hay suficiente violencia, lo peor que puede haber es escuelas que impulsan este tipo de actos.

Mi conclusión es que nuestros puños deben tener el peso de una justicia detrás. Si no, golpean la mitad de fuerte.

martes, 13 de abril de 2010

Nagare (fluye).

Todo aquel que haya practicado Aikido durante un periodo de tiempo moderado, conoce, por lo menos de forma superficial y lejana, lo que es el "nagare". Éste término japonés significa "corriente" (hablando de agua), "fluir".

Hay momentos bien diferenciados en los que nos sentimos pesados y agarrotados. Nuestras técnicas no llegan bien, sentimos cómo arrastramos al rival en vez de conducirlo y nos damos cuenta de que estamos utilizando la fuerza bruta. Cuando utilizamos la fuerza bruta, el aikido no es aikido. Sin embargo, cuando empezamos a dominar las técnicas y los movimientos, estas comienzan a hacerse fáciles de ejecutar, cansan menos y lo que es más importante: se hacen más efectivos. Es en estos momentos en los que entendemos lo que significa el nagare. Y lo entendemos porque conocemos lo que es lo contrario, la rudeza, la rigidez; al igual que sabemos diferenciar la luz debido a la existencia de la oscuridad.

Pero, ¿cómo explicarle a alguien cómo debe fluir, cómo debe dejarse llevar cuando está demasiado rígido? Porque no es exactamente "soltar el cuerpo", aunque esto sí es una parte de la respuesta. Y es que, si los seres humanos pudiéramos compartir sentimientos unos con los otros, explicar algunos términos como este nos resultaría mucho más sencillo. Precisamente, determinar el nagare con palabras es algo bastante complicado.

Desde mi humilde visión, creo haber llegado a ese estado de fluidez en algunos momentos específicos como para poder compartir mi experiencia un mínimo de forma que resulte útil. Y es que creo que cuando fluimos, perdemos la consciencia directa. Para ser exactos, perdemos la consciencia de todo aquello que se encuentra fuera de nuestra distancia vital, o "ma ai". Notas cómo tus movimientos guían los de tu rival, percibes la energía a tu alrededor entrando, saliendo y rotando tanto dentro como fuera de tí, a través de tu rival, explotando. Esto se percibe de forma intensa cuando practicamos el randori.

Basándome en mis propias experiencias, podemos ir alcanzando la fluidez a lo largo de un entrenamiento si no empezamos muy puestos en el tema. He notado que a base de recibir ataques seguidos y constantes los movimientos se hacen más automáticos, es el momento de empezar a perder la consciencia. He ahí el inicio de la fluidez. Sin embargo, si nos concentramos demasiado en lo que estamos haciendo, alcanzar ese grado se dificulta. Un elemento perturbador es también la desmotivación, que ralentiza nuestros movimientos. Por lo tanto, es realmente importante practicar mucho las técnicas hasta que nuestro cerebro las tenga sistematizadas y, por así decirlo, "salgan solas". De esta forma podemos improvisar, combinar, que es una de las finalidades a lograr con el Aikido. Hay que procurar dejarse llevar sin perder la conexión del entorno, al igual que sin perder de vista a nuestros rivales.

Cuando entreno, procuro contar aquellos rivales que tengo enfrente. Cuando me rodean, descuento aquellos que puedo ver del número total, consiguiendo así el número de aquellos que están en mi punto de vista muerto. A partir de ahí, procuro afinar el oído al campo que se encuentra en ese punto, para tantear el momento de ataque de aquellos que no puedo percibir con el ojo. Una técnica muy útil es comenzar impulsándonos hacia los que tenemos delante, viéndose éstos forzados a atacar. De esta manera podemos pasar a través de ellos, y al girarnos tendremos en la misma línea a todos nuestros enemigos.

Es capital en un combate no perder de vista a los rivales, tenerlos controlados. Siendo un poco avispado, incluso conducirlos (algo realmente complicado). Si nos encontramos en la calle, no perder de vista el terreno en que nos encontremos para poder usarlo a nuestro favor, y que, desde luego, no juegue en contra (obstáculos con los que podamos tropezar, zonas resbaladizas...).

Todos estos son factores que poco a poco debemos integrar en nuestro entrenamiento, para que aparte de adquirirla, nuestra fluidez no pierda su conexión ni se rompa al encontrarnos en estas situaciones.

Pero, como todo en el Aikido, es entrenar, entrenar y entrenar. Así que, ¡ánimo!

miércoles, 7 de abril de 2010

Efectos del alcohol sobre el deporte.

Siempre que finaliza un periodo de vacaciones me gusta escribir algún artículo que trate sobre nutrición, porque ya sabemos todos que es en estos momentos cuando más solemos descuadrarnos de nuestros entrenamientos y darle rienda suelta al cuerpo. En éste momento, vamos a hablar sobre los efectos del alcohol sobre el deporte.

Todos sabemos que el alcohol afecta al cuerpo de una determinada manera, y que su consumición abusiva no es saludable. Pero, ¿cuántos sabemos realmente qué efectos produce, sobretodo en nuestro rendimiento a la hora de entrenar? Si preguntamos a una persona cualquiera, seguramente nos diga que "mata neuronas", que "afecta al higado" o que "produce fatiga corporal" y desde luego el efecto del mareo, que aprovechan artes marciales como el Kung-Fu del estilo Borracho. Lo que no sabemos es que realmente nos perjudica mucho más.

Partimos desde la base de que las bebidas alcohólicas contienen una sustancia llamada etanol, que es el principal degradante del cuerpo. Esta sustancia, que afecta a nuestro sistema nervioso, en pequeñas cantidades nos provoca euforia e incluso un aumento de la fuerza, pero pronto deriva en un efecto depresivo que ralentiza nuestra coordinación y reflejos. Nuestro cuerpo es inteligente y procura deshechar esta sustancia, nociva para él.

Uno de los mitos de las noches de fiesta es que no importa cenar mucho o mal, porque como estaremos mucho tiempo en pie lo quemaremos todo. Esto es falso.

Si antes de consumir alcohol hemos ingerido alguna comida grasienta, esto puede inducirnos a un aumento de peso. ¿Por qué? La eliminación del etanol se vuelve prioritaria en nuestro organismo, incluso más que la de las grasas, ya que es un elemento nocivo que debe desaparecer. Ésta eliminación es muy lenta, y el etanol se transforma directamente en una fuente de energía. Es uno de los motivos por los que podemos aguantar más tiempo en pie.

Como ya comentamos en la última entrada sobre nutrición, lo que engorda no es el exceso de grasa, sino el exceso de calorías sin quemar al final del día. Si ingerimos demasiada cantidad de hidratos al final del día (que es el elemento que nos aporta la energía), al no ser usados en situaciones de esfuerzo físico, el reposo las transforma en grasas. Por tanto, el hecho de haber consumido una cena rica en hidratos o en grasas y después ingerir alcohol en altas cantidades (se considera alta cantidad a partir de dos copas), produce que no quememos esa energía aportada por la cena porque el cuerpo está librándose del etanol, sustituyéndolo como fuente de energía hasta que desaparezca.

Si a esto le añadimos que en la mayor parte de los casos el alcohol se mezcla con bebidas refrescantes y/o gaseosas, nos encontramos con que, además de la cena, debemos quemar las calorías que estas contengan, que aumentan con cada copa que tomemos. Mención especial a las bebidas gaseosas, cuya composición contribuye al malestar al día siguiente.

Para aquellos/as que necesiten mantener un control de peso en su deporte, esto es un obstáculo considerable. Y para aquellos/as que quieran guardar la línea, se van a encontrar con una noticia desagradable: El alcohol provoca que la grasa no se reparta bien por el cuerpo, produciendo una acumulación masiva en caderas, estómago y nalgas.

Si la noche de fiesta es inminente, ¿Cómo solucionarlo? Nos puede ayudar el cenar una comida rica en fibras y proteínas. Son fáciles de digerir y al día siguiente nos encontraremos mejor. No debemos olvidar que la ingesta de comida grasienta es contraproducente con la de alcohol. Si cenamos algo de ese estilo, al día siguiente lo más seguro es que tengamos el estómago revuelto.

Pero eso no es todo. El etanol aumenta la degradación de las proteínas, por lo que si no tenemos una dieta rica en las mismas, la consumición del alcohol se traduce en una pérdida de musculatura y fuerza.

Todos sabemos que antes, durante y después de la práctica deportiva hemos de estar bien hidratados, porque se pierden muchos líquidos durante sobreesfuerzos en el deporte. Una consumición excesiva de alcohol puede provocar efectos diuréticos. En un sólo entrenamiento que se dé esta situación es más complicado, ya que en cierta medida podemos regular el esfuerzo que realizamos. Pero, si nos encontramos en plena competición, esto se puede traducir en un cuadro de deshidratación. Por supuesto estos efectos antes mencionados tienen consecuencias, como pérdida de potasio, vitaminas y minerales necesarios para el organismo, muy nocivos de cara ya no sólo a nuestro desarrollo a nivel deportivo sino a nuestra salud.

Por eso, lo más recomendable si una noche de desenfreno es inminente es cenar adecuadamente (y por supuesto no comer otra vez a mitad de la noche, ya que el consumo suele generar hambre), procurar no pasar de las dos copas (si se puede no tomar alcohol, mejor), si hay que mezclar, que no tenga gas. Y, desde luego, abstenerse en vistas de competiciones o entrenamiento.