domingo, 14 de noviembre de 2010

La piedra lunar

Existía en su día el rumor de que las estrellas fugaces que caían a la tierra eran fragmentos mágicos procedentes de la luna. Se decía que poseían la cualidad de cumplir todos los deseos de aquel que la obtuviera.

Un día, un joven caminó durante días ascendiendo hasta la cumbre de una montaña, donde se decía que vivía un gran maestro capaz de convertir a sus alumnos en los más poderosos hombres que existían en la tierra. Cuando el joven llegó por fin, éste le rogó al maestro que le adiestrara. Decía querer ser el más fuerte, el más hábil, el más sabio y el más diestro que el mundo hubiera conocido nunca. El hombre accedió, pero sólo si lograba traerle un fragmento de las estrellas fugaces que habían caído esa misma noche desde el cielo.

El joven, lleno de voluntad y motivación, comenzó su búsqueda incansable recorriendo el mundo. Peleó contra fieras, pasó noches en la intemperie, cruzó ventiscas, atravesó vendavales, conoció gente, culturas, lenguas y tradiciones; hizo amores y muchos más amigos. Obtuvo conocimientos, experiencia; pero también observó el pesar y la pobreza que asolaban el mundo. Tras mucho tiempo, durante su búsqueda, halló un cráter. Finalmente había obtenido la piedra.

Recorrió el camino de vuelta hasta la morada del gran maestro. Cuando entró por la puerta ya no era aquel joven que tiempo atrás lo había visitado: se había transformado en un hombre fornido y atlético, con la piel dura como el cuero, pero con un corazón cuya bondad lo rebasaba y poseedor de una sabiduría sin límite. Se postró de rodillas al maestro, que ya era anciano, y le ofreció la piedra. "Aquí tiene la piedra, maestro", dijo. Entonces el maestro tomó entre sus manos las del joven, devolviéndole la piedra. "Entonces no tengo nada que enseñarte. Aquello que buscabas con tanto anhelo ya es tuyo".

2 comentarios:

  1. Estas historias siempre me estremecen, por ello me gustan, porque me hacen sentir. La fuerza y la voluntad son las armas del guerrero.

    Besossss.

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  2. Qué buena e inspirada historia Manuel, podría bien pertenecer a un libro antiquísimo de sabiduría zen, jeje.
    El mejor maestro es la vida misma, y nadie pueda vivirla por nosotros. Deberíamos confiar más en nuestro maestro interior, la vida y coger al toro por los cuernos... ahí con determinación. ;D

    Me despido ya!
    Un besote enorme. Un placer leerte, como siempre..

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