Un túnel se extendía ante mí. En él reinaba la más absoluta oscuridad, y la simple idea de saber dónde me encontraba se deducía por la tenue luz oculta al final. Realmente no podía llamarse luz, simplemente era un punto en el que la oscuridad era menos densa. A través de ella, se dibujaban en el aire diversas formas que se transformaban y cambiaban de tono, deformándose y formándose a mi alrededor.
Me concentré más profundamente. Varios sentimientos se cruzaron en mí. Esperanza, pena, alegría, tristeza, dolor. Investigué más a fondo. El túnel era una vía de energía, una de las miles que surcan el cuerpo humano. Seguía las rutas a toda velocidad buscando algo. Había algo en mi interior pudriéndome, y la única manera de encontrarlo era buscar desde dentro.
Los canales entraban en cada parte del cuerpo nutriéndolos de energía, viajando a través de cada músculo, cada fibra. Nada parecía estar fuera de lugar, estaban sanos y fuertes. Pero había algo que estaba mal. Seguía navegando por el flujo cuando entonces, lo encontré.
Un agujero profundo. La energía no podía llegar a él, sólo rodearlo. Era un pozo negro y profundo de la nada más absoluta. Todo el tejido que delimitaba con el agujero se encontraba sin fuerza, sin vida. A pesar de no poder entrar en él, las emociones que emanaba decían de su origen. Ahí antes había algo, algo que yo no tenía pero que me fue entregado y mi cuerpo hizo parte de si mismo, hasta formar parte de mi vida. Ahora su carencia me consumía por dentro infectándolo todo. Entonces caí.
Era ella. Era la vida que llevaba, las costumbres que había adquirido, lo que había aprendido y me había enseñado. Las llamadas, las risas, las caricias, el perfume de su cuerpo y de sus labios, la esencia de su pelo cuando duerme cerca de mí, las noches interminables a su lado. Los recuerdos, el amor. ¿Dónde estaba todo aquello? Mi cuerpo había hecho de ello un órgano más del que se servía para vivir. Y ahora, sin él, el resto estaba muriendo lentamente.
A través de los canales, traté de mandarle energía positiva, voluntad. Fuerza. Envié un sentimiento de esperanza, de que quizá se llenaría de nuevo algún día. No daba señales. Traté entonces de aislarlo, como cuando se veda una zona para que no dañe al resto, aunque siga ahí. No era la solución, pero funcionaba. El problema es que no quería desaparecer, sino recuperar aquello que antes lo llenaba, aquello que antes lo nutría desde dentro y le daba toda la fuerza del mundo. Fue en ese momento cuando el que se negó fui yo.
A medida que recuperaba la consciencia directa, me dí cuenta de que el agujero se encontraba en un lugar muy particular: el corazón. Entonces abrí los ojos.
Me encontraba frente al tatami, solo. La meditación había finalizado.

Me concentré más profundamente. Varios sentimientos se cruzaron en mí. Esperanza, pena, alegría, tristeza, dolor. Investigué más a fondo. El túnel era una vía de energía, una de las miles que surcan el cuerpo humano. Seguía las rutas a toda velocidad buscando algo. Había algo en mi interior pudriéndome, y la única manera de encontrarlo era buscar desde dentro.
Los canales entraban en cada parte del cuerpo nutriéndolos de energía, viajando a través de cada músculo, cada fibra. Nada parecía estar fuera de lugar, estaban sanos y fuertes. Pero había algo que estaba mal. Seguía navegando por el flujo cuando entonces, lo encontré.
Un agujero profundo. La energía no podía llegar a él, sólo rodearlo. Era un pozo negro y profundo de la nada más absoluta. Todo el tejido que delimitaba con el agujero se encontraba sin fuerza, sin vida. A pesar de no poder entrar en él, las emociones que emanaba decían de su origen. Ahí antes había algo, algo que yo no tenía pero que me fue entregado y mi cuerpo hizo parte de si mismo, hasta formar parte de mi vida. Ahora su carencia me consumía por dentro infectándolo todo. Entonces caí.
Era ella. Era la vida que llevaba, las costumbres que había adquirido, lo que había aprendido y me había enseñado. Las llamadas, las risas, las caricias, el perfume de su cuerpo y de sus labios, la esencia de su pelo cuando duerme cerca de mí, las noches interminables a su lado. Los recuerdos, el amor. ¿Dónde estaba todo aquello? Mi cuerpo había hecho de ello un órgano más del que se servía para vivir. Y ahora, sin él, el resto estaba muriendo lentamente.
A través de los canales, traté de mandarle energía positiva, voluntad. Fuerza. Envié un sentimiento de esperanza, de que quizá se llenaría de nuevo algún día. No daba señales. Traté entonces de aislarlo, como cuando se veda una zona para que no dañe al resto, aunque siga ahí. No era la solución, pero funcionaba. El problema es que no quería desaparecer, sino recuperar aquello que antes lo llenaba, aquello que antes lo nutría desde dentro y le daba toda la fuerza del mundo. Fue en ese momento cuando el que se negó fui yo.
A medida que recuperaba la consciencia directa, me dí cuenta de que el agujero se encontraba en un lugar muy particular: el corazón. Entonces abrí los ojos.
Me encontraba frente al tatami, solo. La meditación había finalizado.

Entiendo de esos agujeros negros, los he estudiado mucho (aún lo sigo haciendo). Son capaces de absorber toda nuestra energía hasta consumirnos por dentro.
ResponderEliminar¿Meditar ayuda? Sí, mientras se medita, pero ¿y después? Más de lo mismo: soledad, silencio, recuerdos...
Manuel, ya estoy de nuevo por aquí (con ordenata nuevo, el otro no estaba ya para estos trotes de la red... jajaja). Un saludo grande y mucha fuerza, compañero.
Precioso, Manuel. Por un momento creí que hablabas de algún "nido de dragón", pero no, ya ví que no. Una experiencia mágica.
ResponderEliminarAh, me encanta ver que estás por aquí de nuevo. Te echaba a faltar un montón.
Un beso enorme, Manuel.
...traigo
ResponderEliminarsangre
de
la
tarde
herida
en
la
mano
y
una
vela
de
mi
corazón
para
invitarte
y
darte
este
alma
que
viene
para
compartir
contigo
tu
bello
blog
con
un
ramillete
de
oro
y
claveles
dentro...
desde mis
HORAS ROTAS
Y AULA DE PAZ
TE SIGO TU BLOG
CON saludos de la luna al
reflejarse en el mar de la
poesía...
AFECTUOSAMENTE
MANUEL
ESPERO SEAN DE VUESTRO AGRADO EL POST POETIZADO DE CUMBRES BORRASCOSAS, ENEMIGO A LAS PUERTAS, CACHORRO, FANTASMA DE LA OPERA, BLADE RUUNER Y CHOCOLATE.
José
Ramón...
Agua fluye y en vacío te puedes encontrar.
ResponderEliminarComo mostró Ieyasu Tokugawa, "coge el cuclillo y déjalo volar.
Un beso
Vaya insight de meditación Manuel. Gracias por compartirla...
ResponderEliminarAbrir el corazón conlleva sus riesgos pero siempre vale la pena intentarlo, hasta que un día puedas inundar ese vacío de un amor del que su llama no se extinga por nada ni nadie. Solo pocos los consiguen y la meditación es una escalera que lleva hacia ese cielo.
De momento no toca otra que sentir, darse cuenta y aceptar lo que hay hasta que ese día llegue.
Sigo...