sábado, 23 de octubre de 2010

Mokusô

Un túnel se extendía ante mí. En él reinaba la más absoluta oscuridad, y la simple idea de saber dónde me encontraba se deducía por la tenue luz oculta al final. Realmente no podía llamarse luz, simplemente era un punto en el que la oscuridad era menos densa. A través de ella, se dibujaban en el aire diversas formas que se transformaban y cambiaban de tono, deformándose y formándose a mi alrededor.

Me concentré más profundamente. Varios sentimientos se cruzaron en mí. Esperanza, pena, alegría, tristeza, dolor. Investigué más a fondo. El túnel era una vía de energía, una de las miles que surcan el cuerpo humano. Seguía las rutas a toda velocidad buscando algo. Había algo en mi interior pudriéndome, y la única manera de encontrarlo era buscar desde dentro.

Los canales entraban en cada parte del cuerpo nutriéndolos de energía, viajando a través de cada músculo, cada fibra. Nada parecía estar fuera de lugar, estaban sanos y fuertes. Pero había algo que estaba mal. Seguía navegando por el flujo cuando entonces, lo encontré.

Un agujero profundo. La energía no podía llegar a él, sólo rodearlo. Era un pozo negro y profundo de la nada más absoluta. Todo el tejido que delimitaba con el agujero se encontraba sin fuerza, sin vida. A pesar de no poder entrar en él, las emociones que emanaba decían de su origen. Ahí antes había algo, algo que yo no tenía pero que me fue entregado y mi cuerpo hizo parte de si mismo, hasta formar parte de mi vida. Ahora su carencia me consumía por dentro infectándolo todo. Entonces caí.

Era ella. Era la vida que llevaba, las costumbres que había adquirido, lo que había aprendido y me había enseñado. Las llamadas, las risas, las caricias, el perfume de su cuerpo y de sus labios, la esencia de su pelo cuando duerme cerca de mí, las noches interminables a su lado. Los recuerdos, el amor. ¿Dónde estaba todo aquello? Mi cuerpo había hecho de ello un órgano más del que se servía para vivir. Y ahora, sin él, el resto estaba muriendo lentamente.

A través de los canales, traté de mandarle energía positiva, voluntad. Fuerza. Envié un sentimiento de esperanza, de que quizá se llenaría de nuevo algún día. No daba señales. Traté entonces de aislarlo, como cuando se veda una zona para que no dañe al resto, aunque siga ahí. No era la solución, pero funcionaba. El problema es que no quería desaparecer, sino recuperar aquello que antes lo llenaba, aquello que antes lo nutría desde dentro y le daba toda la fuerza del mundo. Fue en ese momento cuando el que se negó fui yo.

A medida que recuperaba la consciencia directa, me dí cuenta de que el agujero se encontraba en un lugar muy particular: el corazón. Entonces abrí los ojos.

Me encontraba frente al tatami, solo. La meditación había finalizado.


5 comentarios:

  1. Entiendo de esos agujeros negros, los he estudiado mucho (aún lo sigo haciendo). Son capaces de absorber toda nuestra energía hasta consumirnos por dentro.

    ¿Meditar ayuda? Sí, mientras se medita, pero ¿y después? Más de lo mismo: soledad, silencio, recuerdos...

    Manuel, ya estoy de nuevo por aquí (con ordenata nuevo, el otro no estaba ya para estos trotes de la red... jajaja). Un saludo grande y mucha fuerza, compañero.

    ResponderEliminar
  2. Precioso, Manuel. Por un momento creí que hablabas de algún "nido de dragón", pero no, ya ví que no. Una experiencia mágica.

    Ah, me encanta ver que estás por aquí de nuevo. Te echaba a faltar un montón.

    Un beso enorme, Manuel.

    ResponderEliminar
  3. ...traigo
    sangre
    de
    la
    tarde
    herida
    en
    la
    mano
    y
    una
    vela
    de
    mi
    corazón
    para
    invitarte
    y
    darte
    este
    alma
    que
    viene
    para
    compartir
    contigo
    tu
    bello
    blog
    con
    un
    ramillete
    de
    oro
    y
    claveles
    dentro...


    desde mis
    HORAS ROTAS
    Y AULA DE PAZ


    TE SIGO TU BLOG




    CON saludos de la luna al
    reflejarse en el mar de la
    poesía...


    AFECTUOSAMENTE
    MANUEL

    ESPERO SEAN DE VUESTRO AGRADO EL POST POETIZADO DE CUMBRES BORRASCOSAS, ENEMIGO A LAS PUERTAS, CACHORRO, FANTASMA DE LA OPERA, BLADE RUUNER Y CHOCOLATE.

    José
    Ramón...

    ResponderEliminar
  4. Agua fluye y en vacío te puedes encontrar.
    Como mostró Ieyasu Tokugawa, "coge el cuclillo y déjalo volar.
    Un beso

    ResponderEliminar
  5. Vaya insight de meditación Manuel. Gracias por compartirla...
    Abrir el corazón conlleva sus riesgos pero siempre vale la pena intentarlo, hasta que un día puedas inundar ese vacío de un amor del que su llama no se extinga por nada ni nadie. Solo pocos los consiguen y la meditación es una escalera que lleva hacia ese cielo.
    De momento no toca otra que sentir, darse cuenta y aceptar lo que hay hasta que ese día llegue.

    Sigo...

    ResponderEliminar